sábado, 11 de febrero de 2012

Me sigue gustando tanto...

René Magritte



...El libro del buen amor. [3.2]-III ARCIPRESTE DE HITA

¡Ay, Dios, cuán hermosa viene doña Endrina por la plaza!
¡Ay, qué talle, qué donaire, qué alto cuello de garza!
¡Qué cabellos, qué boquita, qué color, qué buenandanza!
Con saetas de amor hiere cuando los sus ojos alza.

Pero tal lugar no era para conversar de amores;
acometiéronme luego muchos miedos y temblores,
los mis pies y las mis manos no eran de sí señores,
perdí seso, perdí fuerza, mudáronse mis colores.

Unas palabras tenía pensadas para decir,
la vergüenza ante la gente otras me hace proferir;
apenas era yo mismo, sin saber por dónde ir;
mis dichos y mis ideas no conseguían seguir.

Hablar con mujer en plaza es cosa muy descubierta
y, a veces, mal perro atado está tras la puerta abierta;
es bueno disimular, echar alguna cubierta,
pues sólo en lugar seguro se puede hablar cosa cierta.

-"Señora, la mi sobrina, la que en Toledo vivía
a vos se encomienda mucho, mil saludos os envía;
si hubiese lugar y tiempo, por cuanto de vos oía,
tendría placer en veros y conoceros querría.

"Deseaban mis parientes casarme en esta sazón
con una doncella rica, hija de don Pepión;
a todos di por respuesta que no la querría, no.
¡Mi cuerpo será de aquella que tiene mi corazón!"

Luego, hablando en voz baja, dije que disimulaba
porque toda aquella gente de la plaza nos miraba;
cuando vi que se marchaban y que ya nadie quedaba
comencé a decir la queja de amor que me lastimaba.

viernes, 3 de febrero de 2012

Wislawa Srymborska...

...cada vez que muere un poeta (una poeta) se seca un río.







Discurso en el depósito de objetos perdidos

Perdí algunas diosas en el camino de sur a norte,
y también muchos dioses en el camino de este a oeste.
Se me apagaron para siempre un par de estrellas, ábrete cielo.
Se me hundió en el mar una isla, otra.
Ni siquiera sé exactamente dónde dejé las garras,
quién trae mi piel, quién vive en mi concha.
Mis hermanos murieron cuando me arrastré a la orilla
y sólo algún huesito celebra en mí ese aniversario.
Salté de mi pellejo, perdí vértebras y piernas,
me alejé de mis sentidos muchísimas veces.
Desde hace mucho cerré mi tercer ojo ante todo esto,
me despedí de todo con la aleta, me encogí de ramas.

Se esfumó, se perdió, se dispersó a los cuatro vientos.
Yo misma me sorprendo de mí misma, de lo poco que quedó
de mí:
un individuo aislado, del género humano por ahora,
que sólo perdió su paraguas ayer en el tranvía.