domingo, 26 de enero de 2014

El molusco





"Hace años, el diseño  para una obra de teatro, su atrezzo propio, era un perfecto engranaje de modistas, orfebres e imagineros. Saulo me regaló algunos objetos que había obtenido en la subasta del inmenso almacén del Teatro Nacional de Cuba. Este broche de plata, como un molusco lunar, pequeño cíclope varado, raro en su trabajo de joyería y raro también que estuviera vivo al reflejo de la luz, pertenecía a la adaptación teatral de un relato de Gogol, LA FERIA DE SORÓCHINTSI. Marina Fyodoreva, en su papel de Paraska, lo llevó prendido en su pecho. Un  blando corazón metalizado por la pena."


domingo, 19 de enero de 2014

Brillos de la prima Marieta

Con sus breves textos ( que irás poniendo intercalados con arquitectos, música, poetas y rarezas) te regaló decenas de cajas transparentes de joyas-no muy grandes las cajas pero sí muy llenas- y cuyo valor material no era tan importante como el de la predilección de tu prima al ir eligiendo cada uno de aquellos objetos hermosos e inventarles su historia.


"El preferido. Quizá porque fue uno de los primeros. Esas perlas irregulares, de tonos agrisados, con algo de cera y algo dorado, tenían la influencia de un rastro animal. Cada vez que las llevaba sentía que la materia primordial y marina, heredada de civilización en civilización, llamada Diosa, o Benefactora o Misterio, me tocaba con su dedo. No era una cuestión de alegría o tristeza sino, más bien, el roce de la vida que se resiste a no ser.Los griegos lo llamaban Zoé."

sábado, 11 de enero de 2014

Un poeta: CARLOS BOUSOÑO

Palabras dichas en voz baja

I
No es vino exactamente lo que tú y yo apuramos
con tanta lentitud en esta hora
pulcra de la verdad. No es vino, es el amor.
No se trata, por tanto, de una celebración
esperada, una fiesta
ruidosa, alzada en oros.
No es montañoso cántico.
Es sólo silbo, flor, menos que eso:
susurro, levedad.

II
Y esto empezó hace mucho. Unimos nuestras manos
muy apretadamente para quedarnos solos,
juntos y solos por la senda infinita
interminablemente.

Y así avanzamos juntos por la senda
tenaz. La misma senda, el mismo instante de oro,
y sin embargo, tú marchabas sin duda
siempre muy lejos, atrás, perdida en la distancia
luminosa, diminuta y queriéndome
en otra estación más florida,
en otro tiempo y otro espacio puro.
Y desde el retirado calvero, desde la indignidad arenosa
del madurado atardecer, en que yo contemplaba
tu tempranero afán,
te veía despacio, una vez y otra vez,
sin levantar cabeza en tu jardín remoto,
atareada y obstinada-
mente
¡y tan injustamente!
coger con alegría
las rosas para mí.