sábado, 29 de diciembre de 2018

De Octavio Paz



EN UXMAL

        1
LA PIEDRA DE LOS DÍAS

El sol es tiempo;
el tiempo, sol de piedra;
la piedra, sangre.

        2
MEDIODÍA

La luz no parpadea,
el tiempo se vacía de minutos,
se ha detenido un pájaro en el aire.

        3
MÁS TARDE

Se despeña la luz,
despiertan las columnas
y, sin moverse, bailan.

        4
PLENO SOL

La hora es transparente:
vemos, si es invisible el pájaro,
el color de su canto.

        5
RELIEVES

La lluvia, pie danzante y largo pelo,
el tobillo mordido por el rayo,
desciende acompañada de tambores:
abre los ojos el maíz, y crece.

        6
SERPIENTE LABRADA SOBRE UN MURO

El muro al sol respira, vibra, ondula,
trozo de cielo vivo y tatuado:
el hombre bebe sol, es agua, es tierra.
Y sobre tanta vida la serpiente
que lleva una cabeza entre las fauces:
los dioses beben sangre, comen hombres.



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domingo, 23 de diciembre de 2018

Que sean días agradables


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Cuento de Navidad

[Cuento - Texto completo.]
Ray Bradbury

El día siguiente sería Navidad y, mientras los tres se dirigían a la estación de naves espaciales, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo que el niño realizaría por el espacio, su primer viaje en cohete, y deseaban que fuera lo más agradable posible. Cuando en la aduana los obligaron a dejar el regalo porque excedía el peso máximo por pocas onzas, al igual que el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban algo muy importante para celebrar esa fiesta. El niño esperaba a sus padres en la terminal. Cuando estos llegaron, murmuraban algo contra los oficiales interplanetarios.
-¿Qué haremos?
-Nada, ¿qué podemos hacer?
-¡Al niño le hacía tanta ilusión el árbol!
La sirena aulló, y los pasajeros fueron hacia el cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar. El niño iba entre ellos, pálido y silencioso.
-Ya se me ocurrirá algo -dijo el padre.
-¿Qué…? -preguntó el niño.
El cohete despegó y se lanzó hacia arriba al espacio oscuro. Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, para dirigirse a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron durante el resto del primer “día”. Cerca de medianoche, hora terráquea según sus relojes neoyorquinos, el niño despertó y dijo:
-Quiero mirar por el ojo de buey.
-Todavía no -dijo el padre-. Más tarde.
-Quiero ver dónde estamos y a dónde vamos.
-Espera un poco -dijo el padre.
El padre había estado despierto, volviéndose a un lado y a otro, pensando en la fiesta de Navidad, en los regalos y en el árbol con sus velas blancas que había tenido que dejar en la aduana. Al fin creyó haber encontrado una idea que, si daba resultado, haría que el viaje fuera feliz y maravilloso.
-Hijo mío -dijo-, dentro de medía hora será Navidad.
-Oh -dijo la madre, consternada; había esperado que de algún modo el niño lo olvidaría. El rostro del pequeño se iluminó; le temblaron los labios.
-Sí, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometieron.
-Sí, sí. todo eso y mucho más -dijo el padre.
-Pero… -empezó a decir la madre.
-Sí -dijo el padre-. Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo pronto.
Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.
-Ya es casi la hora.
-¿Me prestas tu reloj? -preguntó el niño.
El padre le prestó su reloj. El niño lo sostuvo entre los dedos mientras el resto de la hora se extinguía en el fuego, el silencio y el imperceptible movimiento del cohete.
-¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?
-Ven, vamos a verlo -dijo el padre, y tomó al niño de la mano.
Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.
-No entiendo.
-Ya lo entenderás -dijo el padre-. Hemos llegado.
Se detuvieron frente a una puerta cerrada que daba a una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, empleando un código. La puerta se abrió, llegó luz desde la cabina, y se oyó un murmullo de voces.
-Entra, hijo.
-Está oscuro.
-No tengas miedo, te llevaré de la mano. Entra, mamá.
Entraron en el cuarto y la puerta se cerró; el cuarto realmente estaba muy oscuro. Ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana de metro y medio de alto por dos de ancho, por la cual podían ver el espacio. El niño se quedó sin aliento, maravillado. Detrás, el padre y la madre contemplaron el espectáculo, y entonces, en la oscuridad del cuarto, varias personas se pusieron a cantar.
-Feliz Navidad, hijo -dijo el padre.
Resonaron los viejos y familiares villancicos; el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el frío vidrio del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, simplemente mirando el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas.
FIN




viernes, 12 de octubre de 2018

Poetas italianas

María Pia Altamore


DÍA DE FIESTA

Para la ocasión me puse mi mejor sonrisa
me la cosí tan bien
que durante la misa sonreía, sonreía…
Encontré la mirada de reproche del cura
que con un gesto me invitó a salir.
¡Yo me arranqué la sonrisa
y la abandone sobre el banco!

domingo, 16 de septiembre de 2018

Poetas italianas:


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CHIARA SCROBOGNA


 DESPACIO...

Despacio.
En voz baja
percibo
la vida.
También el viento
ha dejado de aullar
y yo entiendo
el silencio.

sábado, 1 de septiembre de 2018

Uno de tus fotógrafos preferidos:

HENRI CARTIER-BRESSON


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jueves, 23 de agosto de 2018

Poetas italianas:


SILVANA POCCIONI

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Nació en 1951 en Rocchetta a Volturno ( isernia) y vive en Agnone. Ha publicado In fondo al mattino y Quare id faciam



FELICIDAD


Es alcanzada
en la intensa emoción
de un instante
saboreada con los ojos cerrados
mientras desaparece
dulce
huidiza caricia
beso robado.

Trad. de Carlos Vitale

jueves, 26 de julio de 2018

De familia de artistas:


Christina Rossetti (1830-1894)

Image of Christina Rossetti.
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Cuando esté muerta.
When I am Dead, my Dearest

Cuando esté muerta, mi amor,
No cantes tristes canciones para mí,
No plantes rosas en mi cabeza
Ni sombríos cipreses:
Sé la hierba verde sobre mí,
Con rocíos y gotas mójame;
Y si te marchitas, recuerda;
Y si te marchitas, olvida.

Ya no veré las sombras,
No sentiré la lluvia,
No escucharé al ruiseñor
Cantando su dolor:
Y soñando a través del crepúsculo
Que no crece ni desciende,
Felizmente podría recordar,
Y felizmente podría olvidar.

viernes, 6 de julio de 2018

domingo, 17 de junio de 2018

Teo Serna

Para ver y saber más: El blog de Teo Serna

Polifacético (aunque no te gusta demasiado este término) artista. Fiel a sí mismo.


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Un poema visual:


domingo, 6 de mayo de 2018

De libro de Luis Alberto de Cuenca

SE ACEPTAN CHEQUES, FLORES Y MENTIRAS

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La droga de la vida

Envenenándome, purificándome,
la droga de la vida circulaba
por mis venas, camino de la noche.
Fuera, un rojo crepúsculo teñía
de sangre el horizonte, y las estrellas
pugnaban por nacer, como puntitos
de sutura en la red del firmamento.
Dentro de mí, voraz y licenciosa,
la droga de la vida me mataba.

sábado, 21 de abril de 2018

UN POEMA

del libro abierto al azar de ELOY SÁNCHEZ ROSILLO: 

                                          Las cosas como fueron. Poesía completa, 1974-2017

( Tienes lectura para todo el verano)

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En silencio

Los hechos más terribles y el mayor desamparo
ocurren en silencio:
un amor que termina y en otro tiempo estuvo
tan lleno de palabras dulces y apasionadas;
la traición insondable de un amigo;
la propia decepción de lo que somos,
de nuestras ilusiones y quimeras;
el miedo atenazando el corazón de un niño
o el frío ensimismado en los huesos de un viejo;
la muerte –que o importa– de los que solas mueren.


En estos y otros casos puede haber
gritos desgarradores que nieguen el silencio
en aquellos que sufren.
Y son gritos estériles que al silencio equivalen,
porque nadie los oye.

lunes, 19 de marzo de 2018

sábado, 3 de marzo de 2018

Del libro que estoy releyendo:


Diario de las damas de la corte Heian


(Una gata especial)

Una noche del quinto mes, mientras estaba leyendo una novela, oí el maullido de un gato. Me di la vuelta y vi una gata preciosa.
—¿De dónde ha salido? —pregunté.
—No se lo digas a nadie —dijo mi hermana, imponiéndole silencio—. Es una gata muy bonita y pienso quedármela.
La gata era muy afectuosa y no se apartaba de nosotras. Temiendo que alguien pudiera estar buscándola, la guardamos en secreto. El animal no se mezclaba con la servidumbre, y se sentaba siempre con nosotras. Si la comida que se le servía no estaba lo bastante limpia, apartaba la cara con disgusto, y nosotras no nos hartábamos de mimarla y acariciarla.

Cierto día mi hermana cayó enferma y toda la familia se alarmó mucho. Llevaron a la gata a unos aposentos que daban al norte, y no la visitamos durante semanas. El animal gritaba como regañándonos, pero yo preferí ignorarla y no me acerqué a verla.

Una noche mi hermana despertó de repente y me dijo:
—¿Dónde está la gata? Tráela en seguida.
Pregunté a mi hermana la razón de tanta premura, y me dijo:
—Nuestra gata se me ha aparecido en sueños y me ha dicho, llorando amargamente:
«Yo soy la reencarnación de la honorable hija difunta del primer consejero imperial…
La razón de toda esta historia es la siguiente: tu hermana siempre pensó en mí con enorme cariño, de manera que decidí ir a vivir con vosotras, pero ahora me habéis encerrado con los criados. ¡Me siento tan mal!». Parecía un espíritu noble y sensible, y al despertar lo primero que oí fue un terrible maullido. ¡Qué pena!

El caso me conmovió y a partir de entonces no volví a enviar a la gata a los aposentos del norte, sino que la cuidé con el máximo cariño. Una vez que yo estaba sola, se presentó y se me sentó delante. Acariciándole la cabeza, le hablé así:
—¿Es verdad que eres la honorable hija del primer consejero? Quiero que tu padre lo sepa…
La gata me miró a los ojos y maulló, alargando mucho los sonidos. Tal vez sea una fantasía mía, pero al mirarla me pareció que no era una gata corriente. Parecía entender mis palabras y la compadecí profundamente.


Por aquel entonces llegó a mis oídos que cierta persona tenía en su biblioteca el Chogonka, traducido del original chino de Li Tai Po. Me apetecía mucho pedirlo prestado, pero, por mi timidez, no me atrevía.

El día siete del mes séptimo hallé un modo de enviar mi solicitud por medio de
este poema:

Ésta es la noche en que, en tiempos remotos,
el Boyero se embarcó para reunirse con la Tejedora.
En memoria de ellos, las olas crecen en el Río Celeste.
Así crece también en mi pecho el deseo
de tener el famoso libro entre mis manos.

He aquí la respuesta:

Las estrellas divinas se encuentran en la ribera
del Río Celeste.
Al igual que ellas, mi corazón se halla en éxtasis
y ha olvidado asuntos más graves de la vida cotidiana
desde que recibiera tu mensaje nocturno.

El día trece del mismo mes la luna brilló con resplandor excepcional, y los rincones más extremos del cielo se iluminaron. Era medianoche y todos dormían profundamente. Sólo nosotras dos estábamos en la galería. Mi hermana, que estaba contemplando el cielo pensativamente, dijo:
—Si yo desapareciera volando, sin dejar traza alguna detrás de mí, ¿qué pensarías de ello?
Vio que sus palabras me sorprendían, y pasó a hablar de otros temas hasta hacerme reír. De pronto oí un carruaje que se acercaba a la puerta de la casa precedido por un escolta que gritaba: «Ogi no ha! Ogi no ha!», pero nadie le respondió. El hombre repitió su grito hasta cansarse, y luego se puso a tocar una melodía muy hermosa en su flauta hasta que se marchó. Dirigiéndome a mi hermana, improvisé:

—Música nocturna
de flauta, suspirando
las notas de Viento de otoño
¿Por qué la «hoja de caña»
se ha negado a contestar?

Lancé el poema a mi hermana como un reto, y ella me contestó, improvisando a su vez:


—¡Ay! Me temo que el músico
dejó de tocar demasiado pronto…
¡Corazón ligero!
El aire no esperó
a que la «hoja de caña» contestara.

Seguimos sentadas juntas, contemplando el firmamento, y nos acostamos al alba.

Una noche del cuarto mes se declaró un incendio, y la gata que habíamos estado tratando como la hija del primer consejero imperial murió en él. Se había acostumbrado a acercarse maullando en cuanto yo la llamaba por el nombre de esta dama. Mi padre dijo que revelaría la historia al primer consejero pues se trataba de algo muy extraño y conmovedor. Sentí muchísimo su muerte.

sábado, 6 de enero de 2018

Descubriendo a

ADAM ZAGAJEWSKI, último premio Princesa de Asturias, has leído Asimetrías, te ha encantado y ahora vas a por Deseo 


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Maleta

Cracovia nublada por la mañana, las colinas humeaban.
En Munich llovía, los Alpes, invisibles
y pesados, descansaban en los valles como piedras.

Hasta Atenas no vimos el sol que
provocó que el aire, todo el aire,
toda una inmensa flota de aire
se transformara en oro tembloroso.

Como dicen los escritores religiosos: de repente
me convertí en otra persona.

Soy tan sólo un turista en el mundo visible,
una de entre esas miles de sombras que
deambulan por las salas inmensas de los aeropuertos-

y detrás de mí como un perro fiel con sus pequeñas ruedas
tengo a mi maleta verde.

Soy tan sólo un turista distraído,
pero amo la luz.