domingo, 17 de marzo de 2019

Un poeta de Albacete:

ÁNGEL J. AGUILAR BAÑÓN




ES PURA DESNUDEZ LA NOCHE

La noche está apagada...
Inmenso fondo marino a un lado

Nicasio Sanchís


Es pura desnudez la noche, y en ella
confiado, me adentro a ciegas,
igual que la raíz que en su pálpito oscuro
da quietud y elevación al álamo.
Ya son tenues los ruidos.
Arriba balbucean
los faros de los coches
como estrellas fugaces, como niños
que costara arrastrar hasta la cama.
Todo lo que me envuelve es lenguaje
en este sueño simulado.
La luz de la luna alumbra
otro orden, otra nación sin límites.
Qué energía emerge de esta duermevela,
por mi sangre circula como polen
y marca, en un sosiego ardiente, la cadencia
con que el espíritu vadea
la vastedad del universo.

( Me parece extraordinario este poema. De EL LIBRO DEL AGUA)





sábado, 2 de marzo de 2019

Un poema del libro HACIA EL SILENCIO

de LLANOS MONTEAGUDO (Albacete, 1970)



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No existe el tiempo al contemplar el cielo
cuando llega la noche,
sin embargo, a millones de años luz
nace otra estrella.

domingo, 6 de enero de 2019

Va de Reyes

Como hoy es la Epifanía ( preciosa palabra) 
un fragmento recordando el Auto de los Reyes Magos


BALTASAR: Iré, lo adoraré.

GASPAR: Yo otrosí rogar lo he. (A los otros dos)

 MELCHOR: Señores, ¿a cuál tierra queredes andar? 
¿Queredes ir conmigo al Criador rogar?
¿Habedes lo veído? Yo lo voy [a] adorar. 

GASPAR: Nos imos otrosí, si le podremos fallar.

 MELCHOR: Andemos tras la estrella, veremos el lugar.

 BALTASAR: ¿Cómo podremos probar si es hombre mortal
o si es rey de tierra o si celestial?

 MELCHOR: ¿Queredes bien saber cómo lo sabremos?
 Oro, mirra, incienso a él ofreceremos;
 si fuere rey de tierra, el oro querrá;
 si fuere hombre mortal, la mirra tomará;
 si rey celestial, estos dos dejará,
 tomará el incienso quel' pertenecerá.

[LOS DOS]: Andemos y así lo fagamos

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Y PARA COMPENSAR:


BALTASARA (Estornuda) Achís, achís…

 GASPARA ¡Madre del amor hermoso, qué viaje tan horroroso! Tos ferina. Lo que faltaba para el duro, con este tiempo tan crudo.

 BALTASARA Con este tiempo tan loco a cualquiera se le cae el moco.

MELCHORA Y BALTASARA (Cogidas de la mano jugando al corro) Tres eran tres, las reinas de oriente, tres eran tres, ya son suficientes…

 GASPARA ¡Venga niñas! Guardad la risa, que viene la prisa. Tenemos que llegar a Belén antes de la media noche. La estrella, ¿donde está la estrella? (la señala) (aparece la estrella)

 ESTRELLA Aquí estoy, pero al portal me voy.

GASPARA Fijaos bien en ella, no perdamos su huella.

 BALTASARA Se han helado las camellas, la dromedaria ni resuella. 

GASPARA ¡Qué desilusión!

 BALTASARA Vamos al camino, y hacemos autostop.

 GASPARA No hay camino ni ruta. Tres reinas en auto-stop. ¡Qué locura, Criatura!

MELCHORA Mirad, ahí viene un pastor y una pastora. (aparecen de la mano)

sábado, 29 de diciembre de 2018

De Octavio Paz



EN UXMAL

        1
LA PIEDRA DE LOS DÍAS

El sol es tiempo;
el tiempo, sol de piedra;
la piedra, sangre.

        2
MEDIODÍA

La luz no parpadea,
el tiempo se vacía de minutos,
se ha detenido un pájaro en el aire.

        3
MÁS TARDE

Se despeña la luz,
despiertan las columnas
y, sin moverse, bailan.

        4
PLENO SOL

La hora es transparente:
vemos, si es invisible el pájaro,
el color de su canto.

        5
RELIEVES

La lluvia, pie danzante y largo pelo,
el tobillo mordido por el rayo,
desciende acompañada de tambores:
abre los ojos el maíz, y crece.

        6
SERPIENTE LABRADA SOBRE UN MURO

El muro al sol respira, vibra, ondula,
trozo de cielo vivo y tatuado:
el hombre bebe sol, es agua, es tierra.
Y sobre tanta vida la serpiente
que lleva una cabeza entre las fauces:
los dioses beben sangre, comen hombres.



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domingo, 23 de diciembre de 2018

Que sean días agradables


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Cuento de Navidad

[Cuento - Texto completo.]
Ray Bradbury

El día siguiente sería Navidad y, mientras los tres se dirigían a la estación de naves espaciales, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo que el niño realizaría por el espacio, su primer viaje en cohete, y deseaban que fuera lo más agradable posible. Cuando en la aduana los obligaron a dejar el regalo porque excedía el peso máximo por pocas onzas, al igual que el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban algo muy importante para celebrar esa fiesta. El niño esperaba a sus padres en la terminal. Cuando estos llegaron, murmuraban algo contra los oficiales interplanetarios.
-¿Qué haremos?
-Nada, ¿qué podemos hacer?
-¡Al niño le hacía tanta ilusión el árbol!
La sirena aulló, y los pasajeros fueron hacia el cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar. El niño iba entre ellos, pálido y silencioso.
-Ya se me ocurrirá algo -dijo el padre.
-¿Qué…? -preguntó el niño.
El cohete despegó y se lanzó hacia arriba al espacio oscuro. Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, para dirigirse a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron durante el resto del primer “día”. Cerca de medianoche, hora terráquea según sus relojes neoyorquinos, el niño despertó y dijo:
-Quiero mirar por el ojo de buey.
-Todavía no -dijo el padre-. Más tarde.
-Quiero ver dónde estamos y a dónde vamos.
-Espera un poco -dijo el padre.
El padre había estado despierto, volviéndose a un lado y a otro, pensando en la fiesta de Navidad, en los regalos y en el árbol con sus velas blancas que había tenido que dejar en la aduana. Al fin creyó haber encontrado una idea que, si daba resultado, haría que el viaje fuera feliz y maravilloso.
-Hijo mío -dijo-, dentro de medía hora será Navidad.
-Oh -dijo la madre, consternada; había esperado que de algún modo el niño lo olvidaría. El rostro del pequeño se iluminó; le temblaron los labios.
-Sí, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometieron.
-Sí, sí. todo eso y mucho más -dijo el padre.
-Pero… -empezó a decir la madre.
-Sí -dijo el padre-. Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo pronto.
Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.
-Ya es casi la hora.
-¿Me prestas tu reloj? -preguntó el niño.
El padre le prestó su reloj. El niño lo sostuvo entre los dedos mientras el resto de la hora se extinguía en el fuego, el silencio y el imperceptible movimiento del cohete.
-¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?
-Ven, vamos a verlo -dijo el padre, y tomó al niño de la mano.
Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.
-No entiendo.
-Ya lo entenderás -dijo el padre-. Hemos llegado.
Se detuvieron frente a una puerta cerrada que daba a una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, empleando un código. La puerta se abrió, llegó luz desde la cabina, y se oyó un murmullo de voces.
-Entra, hijo.
-Está oscuro.
-No tengas miedo, te llevaré de la mano. Entra, mamá.
Entraron en el cuarto y la puerta se cerró; el cuarto realmente estaba muy oscuro. Ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana de metro y medio de alto por dos de ancho, por la cual podían ver el espacio. El niño se quedó sin aliento, maravillado. Detrás, el padre y la madre contemplaron el espectáculo, y entonces, en la oscuridad del cuarto, varias personas se pusieron a cantar.
-Feliz Navidad, hijo -dijo el padre.
Resonaron los viejos y familiares villancicos; el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el frío vidrio del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, simplemente mirando el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas.
FIN




viernes, 12 de octubre de 2018

Poetas italianas

María Pia Altamore


DÍA DE FIESTA

Para la ocasión me puse mi mejor sonrisa
me la cosí tan bien
que durante la misa sonreía, sonreía…
Encontré la mirada de reproche del cura
que con un gesto me invitó a salir.
¡Yo me arranqué la sonrisa
y la abandone sobre el banco!