domingo, 16 de febrero de 2014

Orgullosa y envidiando

Cada vez me sorprende más Rodrigo Medina... esta vez se ha superado; así, me siento orgullosa al leer sus poemas y, a la vez, envidiando esa fuerza imperfecta y poderosa de tener las palabras de su parte.

Imprescindible ( al menos para mí y seguro que para alguien más):

Madrugada en guerra.

Me despierto hoy 
desnudo pero con ropa
viendo como nace 
poco a poco 
un sol más brillante que el de ayer.

Paraíso del recuerdo, 
cómo lo echo de menos
sobre todo a ti
y es que, 
cuando faltas tú 
a la mañana siguiente nos añoro a los dos.

Intento grabarlo a fuego en un poema
que es más fácil de disfrutar que de leer.
Y es que supiste irte a tiempo 
por eso no vivo si tu no estás.
Sinceramente, no aguanté más el tiempo sin ti.

Decidí ir a tu casa de nuevo, 
pero nunca encontré la llave que solías dejar bajo la sombra del felpudo.
Por eso, desistí de buscar cómo abrirte
inventé otra puerta, la del “nunca nadie”.

Nuestro inevitable estaba lleno de negaciones,
era un “no”
es decir, el último “sí”.
El último poema que escribo a las canciones del “te quiero”.

El amor es una granada de mano casera y violenta
quise matarte con él,
sin embargo, en mitad de la batalla
me di cuenta de que estaba vestido de cómo me miraban tus ojos

y antes de arrojarme al suicidio
me di cuenta de que debería dejar de luchar contra mí mismo para aprender a perder(te).

sábado, 1 de febrero de 2014

Escribir lo imposible

 SENDAS DE OKU
Matsúo Basho
Traducción de Octavio Paz y Eikichi Hayashiya

 Nos separaba la distancia de unas horas pero me pareció que entre nosotros había ya más de mil ri. Yo también, escuchando el viento otoñal, me acosté en el dormitorio destinado a los novicios. Al romper el alba se oyeron rezos, sonó la campana y me apresuré a entrar en el refectorio. ¡Ahora a Echizen!, me dije con brío y salí a toda prisa del templo, mientras unos jóvenes bonzos me perseguían con papel y pinceles hasta el pie de la escalera. En ese momento caían las hojas de los sauces en el jardín. Al ponerme las sandalias, y aparentando más prisa de la que tenía, tracé estas líneas:


Antes de irme
¿barro el jardín hojoso,
sauces pelados?