Un dibujo suyo
Señalándome a un hombre de gran dignidad, me dijeron: Ese es el resucitador; y como yo preguntara detalles, me explicaron que sólo podía resucitar a aquellos cuya muerte representara para la patria y la cosa pública una pérdida irreparable.
Todos confiaban en este hombre, y al punto creían en su capacidad prodigiosa para devolver a los muertos de su eterno reposo. Mas cuando inquirí sobre el número de sus milagros, esta fue la respuesta: Nunca ha resucitado a nadie, porque nadie nos ha parecido imprescindible. Sin embargo, el hombre actuaba como si hubiera devuelto de las sombras a toda una nación.
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PIENSO, LUEGO EXISTO
Pienso, luego existo;
y me respondió el objetual: Los objetos existen, luego piensan. Y para redundar en lo dicho empujé al suelo el jarrón utilizado de pretexto hasta entonces: Y sufren — añadí — en silencio. |
sábado, 7 de octubre de 2017
Dos poemas de
... Rafael Pérez Estrada
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