sábado, 5 de abril de 2014

Adelina

      De Adelina V. Esteban Blancalana


      Los días prefieren el agua. Parecía que los
      almeces nunca despertarían o que los tarayes
      no volverían a mover las plumas, pero el ciclo
      de la vehemencia regresa. Eliot tiene razón, 
      y lo que  esperábamos ansiosamente ha de brillar y,
      al siguiente parpadeo, viajar a otro hemisferio.
      Abril es un mes cruel, si, y no tanto por lo que
      se quedará bajo tierra sin florecer: el ansia de
      brotar hacia la esperanza nos agotará, defraudados
      ante la indiferencia de la primavera. Pero
      está bien que el agua arrastre los troncos del invierno
      y está bien que temblemos por la avidez,
      a la manera del hambre inicial de los besos. Ya
      llegarán los días de la conformidad. Si el exceso
      nos contagia y nos convertimos en secretos animales
      será porque, por suerte, nunca dejamos
      de serlo.

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